domingo, 28 de marzo de 2010

"CAMPO AUDIOVISUAL E INFANCIA EN AMÉRICA LATINA. EL PAPEL DEL AUDIOVISUAL Y LAS TICs EN LA EDUCACIÓN ANTE LOS DESAFÍOS DE LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN"

Sería superfluo desarrollar un tema que ya ha sido exhaustivamente analizado y difundido: la poderosa influencia de los medios audiovisuales en la formación de las identidades e imaginarios sociales, en particular de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, de modo tal que para las políticas públicas de numerosos países del mundo aquellos son considerados una institución socializadora y formadora de la personalidad, al mismo nivel de importancia que la familia y la escuela. En consecuencia le dedican a la formación audiovisual de niños y niñas una atención prioritaria, tanto en los planes y programas educativos como en las políticas de cultura, televisión y cine.
Hoy existe una vasta documentación sobre las normas y regulaciones referidas a la calidad que debe tener la televisión a la que tienen acceso los niños, se trate o no de programación específicamente dirigida a ellos, así como acerca de la necesidad de la alfabetización audiovisual y la formación en recepción crítica de medios (FRCM), de modo que los países mas avanzados en la materia siguen ampliando y profundizando los programas que vienen implementando las instituciones culturales y educativas públicas, en muchos casos asociadas a ONG´s, a cargo de éstas o mediante programas articuladas entre aquellos.
La efectividad de estas estrategias pueden comprobarse, cuando ellas son sostenidas a lo largo del tiempo e integradas al conjunto de las políticas educativas, audiovisuales y culturales, que combinan la FRCM (que equivale a la de públicos competentes) con el fomento de la producción endógena, la ampliación de los circuitos de difusión no mercantilizados, la promoción de la diversidad cultural en ellos y las medidas de regulación dirigidas a evitar mercados monopólicos, diversificar el origen de los productos audiovisuales importados y establecer indicadores básicos de calidad de los que se difunden, enfatizando la protección de los derechos de los niños. La Convención Internacional de los Derechos del Niño, también hace referencia a los requisitos fundamentales que deben observar los medios de comunicación en el respeto a los mismos. El solo cumplimiento de estos derechos significaría un cambio en la cultura de la sociedad, no sólo de los niños.
Junto a este bagaje de antecedentes, experiencias, investigaciones, conocimientos teóricos y prácticos, leyes, cartas, declaraciones y compromisos nacionales e internacionales sobre la importancia de los medios de comunicación -y en particular los audiovisuales- en la formación de la infancia y la juventud y los marcos en los que los mismos deben desenvolverse para contribuir al desarrollo de estos sectores, existe una cuantiosa producción audiovisual de cine y televisión cultural, educativa o para el simple entretenimiento de alta calidad, dirigida a los niños, niñas y adolescentes. Lamentablemente, en América Latina ambos aspectos son poco conocidos y difundidos, aunque cabe destacar los exitosos esfuerzos y proyectos que se vienen realizando en varios países, entre ellos Brasil, Chile, México, Venezuela.
En la Argentina, el rezago se verifica en todos los aspectos. El mismo comprende a los marcos normativos –obsoletos y distorsivos en el caso de la radiodifusión- las investigaciones dirigidas a producir conocimientos imprescindibles, las políticas públicas para promover la producción y circulación de obras audiovisuales de calidad para los niños, niñas y adolescentes en los distintos medios y circuitos, la promoción de la diversidad cultural, en lugar de la hegemonía de la “mirada única”, la alfabetización audiovisual y la FRCM, así como en la observancia de los derechos consagrados por la CIDN por los conglomerados privados -nacionales y multinacionales- que controlan los mercados de la televisión. Es por ello esperanzadora la anunciada posibilidad de una ley de Medios Audiovisuales, en reemplazo del indigno decreto-ley 22.285 de radiodifusión, sancionado en 1980 por la última dictadura militar y todavía vigente pese a los cuantiosos parches y remiendos que se le adosaron por decretos de necesidad y urgencia en la década de los90s.
Catorce años después de la reunión del Comité de los Derechos del Niño en Ginebra, se verifica la falta de respuestas satisfactorias a los tres interrogantes básicos que plantea el “Apartado sobre los Niños y los Medios de Comunicación” y las principales recomendaciones para dar respuesta a los mismos. Estas carencias se conjugan con la crisis de los sistemas educativos formales y la intensificación de los procesos de descentralización, multiplicación y dispersión de las informaciones y fuentes de conocimiento, que constituyen un contexto educador ampliado cuya incidencia es igual o mayor a la de los procesos enmarcados por las fronteras de la escuela.
La hipertrofia informativa, la hegemonía de las industrias culturales y medios audiovisuales y de la dimensión simbólica en las diferentes esferas de la vida social, la convergencia tecnológica, empresarial y de mercados y la digitalización son impulsadas por la dinámica del proceso de globalización. Estos fenómenos caracterizan a la que algunos autores llaman “sociedad de la información” y otros, “sociedad del conocimiento”, configurando un nuevo escenario que plantea importantes desafíos a los que los países latinoamericanos deben responder de manera simultánea a otros de vieja data.
La oferta audiovisual hegemónica en las pantallas grandes y chicas, lejos de aportar al desarrollo cultural de los niños o contribuir a prepararlos para esta realidad que definirá su vida en un futuro cercano, impide este propósito y vulnera sus derechos.
En la mayor parte de la región entre el 80 y el 90% de dicha oferta proviene de un solo país: los Estados Unidos. La producción local de los países de la región es insuficiente, en términos cuantitativos y cualitativos, para contrarrestar esta tendencia. La capacidad de percepción –del audiovisual y del mundo- de los niños es formada de acuerdo a los patrones de una “mirada única” que, además, implica una fidelización de los futuros públicos consumidores de “entertainment”. No es de extrañar que la mayor parte de los adolescentes de 16 ó 17 años, rechace las obras no inscritas en dichos patrones; es decir las miradas diferentes que dan cuenta de otros horizontes culturales, entre ellos el de pertenencia.
Entre los 10 o 15 títulos más taquilleros de cada año, alrededor de 7 u 8 son dirigidos a los niños y, en su casi totalidad, ellos provienen de las majors. Del análisis de las cifras surge que los niños, adolescentes y jóvenes constituyen el principal mercado del cine -en el país y en la región latinoamericana- y que sólo en casos muy excepcionales las producciones locales pueden aproximarse a las cifras logradas por los filmes estadounidenses.
En el caso de la Argentina la producción televisiva dirigida a los niños es escasa (representaba el 6,4% del total de horas emitidas semanalmente el año pasado), y su calidad es entre aberrante y nula, si se la compara con producciones de otros países, no solo del mundo central sino también de la misma región. La porción de mayor interés y calidad de la misma es la que se difunde por la TV cable o satelital y está originada en los grandes sellos productores del rubro, desde la incomparable oferta de la BBC hasta las señales de dibujos animados y comedias ficcionales (Disney, Sony) casi todas de origen norteamericano, excepto dos dedicadas al animé japonés.

Es el carácter de lenguaje artístico, medio de comunicación de mayor penetración en la vida social, industria de singular potencial económico -de modo que se la llama “industria de industrias”- y complejo campo de conocimiento, el que otorga al audiovisual el papel protagónico en los procesos de convergencia tecnológica, empresarial y de mercados y en la construcción de los imaginarios colectivos. Con otras industrias culturales, medios de comunicación y actividades que asocian creatividad, conocimiento e industria, forma parte de la denominada “economía creativa”, que constituye el sector que más valor agregado produce, crece a una tasa anual mayor que el resto de la economía y más aporta al PBI y a la creación de puestos de trabajo calificado.
El carácter estratégico del campo simbólico, cuyo epicentro es el audiovisual, se verifica tanto en su dimensión económica cada vez mas importante, como en la creciente simbolización de la economía. Sin dudas, la dimensión simbólica constituye el terreno en el cual se dirimen actualmente las luchas por el poder político y económico, a nivel global y al interior de las naciones. Estas son luchas por la imposición del sentido, a través de las cuales se generalizan ciertas ideas, concepciones, discursos y acciones –inclusive de carácter bélico- como si se tratara del “orden natural de las cosas”, como si ellas fueran independientes de determinadas opciones de desarrollo y decisiones políticas.
La FRCM ha de arrancar en la infancia, pero va mucho mas allá de las fronteras de la escuela, de un período determinado de la vida y de la utilización de medios audiovisuales para “transmitir contenidos educativos”.
Se trata de una educación que articule el audiovisual y las TICs, no sólo como lenguajes, medios de comunicación, de representación y de creación interrelacionados, sino también como un nuevo campo de conocimiento que es parte esencial en la estructuración de las relaciones sociales de poder. Ella es parte de la formación de las competencias habilitantes que determinan la condición de ciudadanía en sus tres dimensiones; socioeconómica, política y cultural. El acceso a estos conocimientos y competencias se considera hoy uno de los derechos humanos fundamentales, en tanto traza la frontera entre la posesión o la desposesión de dicha condición.
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